El whale watching

El whale watching o avistamiento comercial de cetáceos es una actividad que, a pesar de tener un origen relativamente reciente, cada vez se encuentra de forma más habitual en paquetes vacacionales de todo el mundo y cada vez es mayor el interés que esta actividad despierta en los visitantes de diferentes países, incluso en los tradicionalmente balleneros.

El whale watching surgió en los años 50 en la costa oeste de Estados Unidos donde miles de turistas se acercaban a California cada invierno para contemplar las inmensas ballenas grises en su increíble migración anual, una de las más largas entre los mamíferos, de 16.000 km que separan las aguas árticas y el mar de Bering de las cálidas aguas que bañan la costa de Baja California.

No fue hasta los años 70 que esta actividad llegó a la costa atlántica de dicho país, centrándose, en este caso, en especies como el rorcual aliblanco, el rorcual común y las belugas Sin embargo, fue el avistamiento de las formidables ballenas jorobadas, por su comportamiento amigable y cercano y gran tendencia a realizar acrobacias fuera del agua, que siguen haciendo las delicias de miles de turistas cada año, lo que convirtió a esta actividad en una gran industria en crecimiento.

La popularidad de esta actividad cruzó “el charco” en los años 80, época en que la salida al mar a ver delfines en aguas cercanas al peñón de Gibraltar comenzó a convertirse en una atracción popular, dando origen al whale watching en Europa.

Treinta y seis son las especies de cetáceos que habitan las aguas europeas, representando el 42% de todas las especies de cetáceos conocidas en el mundo, con hábitats tan diferentes como son las aguas de Groenlandia, la región Ártica de Rusia, las Islas Canarias o las templadas aguas del Mediterráneo, lo que supone un gran potencial para el desarrollo de actividades de avistamiento de cetáceos.

El turismo de naturaleza en Europa se ha desarrollado de forma asombrosa en las últimas décadas, encauzando este tipo de actividades de whale watching hacia actividades con un enfoque más naturalista y educativo. En muchos países europeos, las salidas al mar ya no sólo se centran en el avistamiento de cetofauna sino de fauna salvaje en general y la interpretación del espacio natural en el que se encuentran. De esta forma, se acerca al visitante tanto a las especies de cetáceos que se encuentran en la zona como a los diversos ecosistemas de los que forman parte, favoreciendo un aprendizaje y empatización de los visitantes hacia todo el entorno natural en su conjunto y la biodiversidad que alberga.

 Junto con las Islas Canarias, en España, Escocia e Irlanda son los países que más visitantes al año reciben con el objetivo de realizar actividades de avistamiento de cetáceos, alcanzando cifras de entre 200.000 y 250.000 personas al año en dichos países anglosajones y de hasta 1 millón en las islas macaronésicas, lo que supone ingresos directos e indirectos de millones de euros.

A nivel global, el avistamiento de cetáceos genera 2,1 billones de dólares al año y alrededor de 13 millones de personas contratan salidas de varias horas, expediciones de varios días para el avistamiento de cetáceos cada año, y estos números van en aumento.

Debido a este gran crecimiento en todo el mundo, ésta es una actividad que necesita de una regulación y un control más exhaustivo, ya que aunque es una actividad que en principio se supone sostenible y respetuosa con el medio y los animales, puede ser totalmente contraproducente de desarrollarse de forma incorrecta.

España alberga una de las industrias de avistamiento de cetáceos más florecientes en Europa. Dichas actividades se centran de forma fundamental en las Islas Canarias anteriormente mencionadas, con más de un millar de visitantes al año, y en la ciudad de Tarifa que recibe cada temporada más de 70.000 turistas atraídos por el whale watching en el Estrecho de Gibraltar. En aguas españolas esta actividad, así como cualquier otra actividad que se desarrolle en aguas con presencia de cetáceos, está regulada por el Real Decreto de Protección de Cetáceos, RD 1727/2007.

A pesar de la normativa y los códigos de buenas prácticas existente en los diferentes países europeos para el desarrollo de esta actividad, sigue sin existir un control y una regulación uniforme para todos ellos, lo que se presume imprescindible si tenemos en cuenta que los animales no saben de fronteras.

Además de las carencias en este sentido, esta actividad ha de tener un claro objetivo educativo y de ayuda a la investigación, que en muchas de las entidades que se dedican a esta industria se está perdiendo o es totalmente inexistente.

Es nuestro papel también, como consumidores, demandar recibir una información y formación de calidad al contratar este tipo de actividades, exigir la presencia de un guía acreditado durante la travesía y velar porque la actividad en la que participamos se realice de forma respetuosa con el medio y los animales. Como siempre podemos poner nuestro pequeño grano de arena en la conservación mediante pequeños gestos cómplices con nuestro entorno.

Autora: Ruth Quiñones

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